domingo, 16 de diciembre de 2007

MEDIODÍA DE DOMINGO


Los más deliciosos perfumes llegaban a nosotros y un suave calor abrigaba nuestro domingo, trayendo un clima de intimidad y placer. Era como cuando uno se encuentra en brazos de su amante y la vida se desliza amablemente sin que nadie piense en ella pero sabiendo que se encuentra allí, sosteniéndonos.

Daban ganas de acurrucarse y dejarse estar en los sentidos, solo percibiendo la maravilla de esos perfumes cálidos y picantes, frutos de la alquimia de esas finas y sabias manos que transformaban la burda materia en maravillosos materiales sólo para que yo los disfrute.

-Ya está la comida- dijo Norah
-Huele delicioso- dije yo.
Alejandro

domingo, 9 de diciembre de 2007

MIS OJOS

Esta mañana me miré al espejo

y descubrí cosas nuevas junto a lo viejo

Mi mirada era brillante, límpida y sana,

cuando cansado de penas

me miraba al espejo esta mañana


En miles de guerras dejé mi sangre

y también la de muchos por ideales

que al cabo del tiempo

y de los hombres

en vez de justicia trajeron males


Fui también sacerdote de antiguos dioses

de grandes poderes y fiera mirada

que usaron al hombre para su provecho

por miles de años

y exigieron todo y le no dieron nada


Pero esta mañana me miré al espejo

y vi cosas nuevas junto a lo viejo

Vi una luz de amor

de fuerza olvidada, de paz y armonía,

que había nacido en mis ojos viejos

Alejandro

martes, 20 de noviembre de 2007

PEQUEÑOS VERSOS PARA NORAH


En estos días extraños de gritos, de furia,
de muerte estúpida por innecesaria,
en estos días de profunda pena,
pienso en vos y vuelvo a sentir
el placer de las pequeñas cosas
y de la vida que corre por mis venas

Sintiéndome cerca tuyo
fundiéndome con tu cuerpo,
me siento otra vez en casa
y vuelvo a saber que soy
el que te ha cuidado siempre
y el que te protege hoy

Alejandro

domingo, 18 de noviembre de 2007

FRENTE AL ESPEJO

Yo, que comí la cáscara
por no merecer la pulpa.
Yo, que le creí a la culpa
y me escondí tras su cáscara.

Yo, que me abofeteé y me dije
los más obsenos insultos,
que me negué a darme indultos
condenándome a estar triste.

Yo, que suicidé mi anhelo
para lograr ser querido.
Yo, que me enemisté conmigo,
truncando todos mis vuelos.

Yo, que me escupí en la cara,
abusador de mi mismo.
Yo, que complací al cinismo,
sobornando a quien me amara.

Yo: exigente y despiadado
con nadie como conmigo.
Yo: mi más cruento enemigo,
mi juez y mi sentenciado...

Me levanté esta mañana
cansado de no quererme,
de apagarme, oscurecerme
(que mi luz no encandilara)

Vi en el espejo mis ojos
mirándome en mi mirada,
tantas veces empañada
por mirarme con enojo.

Y me di ternura. Y vi,
en ese rostro cansado
que me observaba extrañado,
lo bello de lo que fui:

Me vi ante los que han sufrido
amparando el desamparo.
Me vi austero, pero honrado.
Me vi noble. Me vi erguido.

Me vi venciendo al Abismo
sin mancha ni cicatriz.
Y quise hacerme feliz
honrando que soy yo mismo.

Que soy franco, solidario.
Que soy leal y confiable
y que cuando envainé mi sable
aposté a lo humanitario.

Sin autocompasión malsana,
fui piadoso ante mi pena
y levanté mi condena
como el que amando se ama.

Aprecié que, pese a todo,
pese al error y al acierto,
siempre elegí estar despierto
sin sumergirme en el lodo.

Y mirando mi mirada
me pedí perdón, llorando.
Y de mirarme mirando
amé a ese a quien miraba.

Quiero empezar a regarme,
jardinero de mí mismo,
porque no es egocentrismo
abrir mi esencia y mostrarme.

Vine a Ser. Y eso decido.
Dispongo abrirme a la Vida.
Ya basta de tanta herida,
siendo heridor y el herido.

Por todo lo que viví,
a partir de este momento
cuento conmigo, pues siento
que puedo Confiar en Mí.

Virginia Gawel



jueves, 8 de noviembre de 2007

DIANA



Diana era un espíritu puro, inocente; su amor brillaba incólume bañando en su vibración de alegría a todo y a todos sin sombra de egoísmo. Con los demás miembros de ese equipo de exploradores de lo maravilloso, había creado un mundo ideal, basado en la cooperación y en el conocimiento de “todos somos uno”, con lo que ello implica.
Eran tiempos extraordinarios en donde el transcurrir de los días pasaba casi desapercibido, sumergidos como estaban en la construcción de una sociedad perfecta en donde cada uno sostenía al grupo y el grupo los sostenía a todos. Era simple: sólo había que dejarse llevar por las voces internas que los iban guiando, paso a paso, hacia su mejor realización. Las capacidades creativas de cada miembro de ese todo orgánico que era el equipo lo habían hecho posible y ahora era tiempo de experimentar la alegría de compartir con otras comunidades el milagro de la vida.

Y entonces llegaron ellos.
Eran muy distintos a lo que hubieran esperado, de cualidades nuevas y desconocidas. Todo un desafío a la integración. Era divertido, pues la relación con esos seres les obligaba a aprender nuevas habilidades, aunque por más que se esforzaran no alcanzaban a comprender la visión de la vida que éstos tenían y las conductas a las que esa misma visión los conducía.
Eran poseedores de una fuerte presencia física e irradiaban una energía que bien podría definirse como de “altanera humildad”. Ofrecían su servicio como consejeros en las cosas prácticas, en el trabajo manual y en las técnicas más variadas.
Diana y su equipo no necesitaban lidiar con las cosas de la materia, ellos poseían el divino don de la creación. Además, su organismo era muy sutil y se alimentaban con la energía que el universo generosamente ponía en el aire que respiraban. Su mayor satisfacción era experimentar nuevas situaciones que les pusieran en necesidad de poner en juego su potencial –para eso habían pedido participar de esta misión de exploración- y eso fue motivo suficiente para que, cada vez más, se involucraran con esos seres extraños que tan hábiles eran interactuando con el mundo de la materia.

Poco a poco estos seres -“Hartags” se llamaban a sí mismos- fueron cobrando mayor poder y comenzaron a perder la amabilidad con que se presentaron en un principio. Comenzaron a emplear la fuerza para imponerse a sus anfitriones, obligándoles a servirles en variadas tareas. Comenzaron a experimentar con animales, modificando su código genético para realizar mutaciones de acuerdo a sus necesidades y mostrando en sus experimentos su crueldad y su egoísmo.
Diana y su equipo, que habían gozado intensamente con las nuevas experiencias que los Hartags suponían, comenzaron a sentir una nueva calidad de sentimientos: descubrieron el miedo. Sí, esa emoción era absolutamente nueva y perturbadora. Además era la semilla de toda una serie de nuevas emociones que comenzaron a sentir a partir de él. Ahora comenzaban a descubrir la necesidad de defender su forma de vida, su cultura y su dignidad ante el avance arrogante de esas criaturas. Nunca antes habían tenido que defenderse de nada, ya que la fuerte vibración de amor que irradiaban les mantenía alejados de cualquier posible amenaza, pero ellos habían invitado a esos seres y ahora estaban allí.

Diana se reunió con su equipo y comenzaron a buscar una solución al problema de los Hartags. Ya habían agotado todos los recursos que conocían. Habían intentado dialogar con ellos, habían intentado pactar con ellos... pero todo había sido inútil. Los invitados eran conscientes del poder que se les había permitido desarrollar en la comunidad y se sentían muy seguros de sí mismos. No había en ellos más amor que el que sentían por sí mismos. No comprendían lo que era la compasión ni la justicia. Sólo les importaba ganar más y más poder a través de los medios que fueran.
Resolvieron abandonar su comunidad dejando todo en manos de los Hartags e irse a los bosques a comenzar una nueva vida. Después de todo, habían llegado a este planeta en busca de experiencias...
Se instalaron en los bosques y comenzaron nuevamente a vivir de acuerdo a su propia forma de sentir, siguiendo las voces internas que les guiaban en todo momento y a llenar con su amor, un amor que crea, un amor que brilla, todo cuanto les rodeaba. Sin embargo notaban que sus cuerpos se volvían más densos, más pesados, y que las voces que los guiaban ya no eran omnipresentes; pasaban largos períodos sin poder encontrar dentro de sí la seguridad del camino a recorrer.
Comenzaron a usar, para suplir a su Maestro interno, la cualidad recién nacida del pensamiento analítico. Y con el advenimiento del razonamiento advirtieron que cada cosa tiene su opuesto, que existen el bien y su opuesto, el mal; el placer y el dolor, la vida y la muerte...

Los Hartags no querían trabajar para ganarse su propio sustento. Necesitaban esclavos. Necesitaban alguien que hiciese por ellos lo que no les gustaba hacer. Los Hartags salieron de cacería a buscar a sus servidores, que en una demostración de insensibilidad y descaro, se habían fugado dejándolos librados a sus propios medios.
Alcanzaron a Diana y su equipo en los bosques, donde estaban tratando de reconstruir su vida, y se llevaron a cuantos pudieron atrapar. Mataron a tres y los demás alcanzaron a esconderse, entre ellos, Diana. A los que se llevaron los sometieron a la más brutal esclavitud.
Diana se reunió con lo que quedaba de su equipo y, entre todos, decidieron ofrecer resistencia armada a los Hartags.

Había muerto Diana, la encarnación de la inocencia. Había nacido Diana, la guerrera.
Y así fue que Diana y su equipo fueron expulsados del Paraíso.
Alejandro





domingo, 4 de noviembre de 2007

Volver


Eran las tres de la mañana y no podía dormir. En la cocina sólo se oía el suave sonido de la lluvia y el molesto zumbido de un mosquito que Alberto ya se había cansado de espantar y que ahora se le acercaba goloso a la piel del brazo.

Ya habían pasado cinco días desde que Isabel se había ido a casa de su hermana y no tenía ninguna noticia de ella, como si se hubiera tragado la tierra, y no tenía manera alguna de comunicarse con ella -la hermana de su esposa vivía en el campo, lejos de la ruta y de cualquier poblado. Definitivamente debía esperar a que sea ella la que se comunicara, pero una sensación de peligro estaba haciéndole perder la calma. No tenía razones objetivas para sentirse así y sin embargo cada vez se sentía más preocupado y ansioso.
El viaje de Isabel había sido programado hacía ya tiempo. Era un merecido descanso que ambos habían decidido y que no suponía ningún tipo de problemas, ya que ella se encontraría en un lugar seguro y con su familia y él ya sabía que no había teléfono ni forma alguna de comunicarse. Sin embargo la angustia crecía con cada hora que pasaba. Se dijo que estaba loco, que no había razón alguna para preocuparse, que Isabel estaba bien y descansando…
Al otro día no fue a trabajar. Dio una excusa, se subió al auto y partió al campo a buscar a su esposa. Bien podría ser –era lo más seguro- que no le pasara nada, que esos sentimientos ominosos fueran producto de la soledad después de tantos años de no separarse más que para ir cada uno a su trabajo. Pero ya no podía esperar, estaba totalmente desequilibrado.
Con el acelerador a fondo tomó la ruta tres y viajó todo el día y toda la noche sin parar y ya estaba por tomar el camino de tierra que conduce a la estancia de Claudia, la hermana de Isabel, cuando la vio.

Era una nave enorme, como de un Km. de diámetro y flotaba sobre el suelo a tan baja altura que podía ver el reflejo de su rostro en la pulida superficie. Emitía un agudo sonido tan intenso que le obligó a taparse los oídos, mientras todo en derredor parecía estar suspendido en la nada y una vibración intensa penetraba hasta en la última de sus células.
Desde una de lo que parecían ser ventanillas en la nave, vio a Isabel que lo llamaba. Casi sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, se acercó a la nave y un poderoso haz de luz lo suspendió primero en el aire y luego, suavemente, jaló de él hasta que se encontró en el interior de un amplio recinto tenuemente iluminado. Allí lo esperaba Isabel.
¡Gracias a dios sentiste mi llamado!, dijo. Y luego: ¡Volvamos a casa Alberto!

Nadie volvió a saber nunca de Alberto e Isabel –tampoco se han preocupado en buscarlos-
Alejandro

sábado, 27 de octubre de 2007

CANALIZACIÓN (colaboración)

Desde hace ya muchos años Norah canaliza mensajes de nuestros guías y protectores espirituales, cuya omnipresencia en nuestras vidas está más que comprobada por nosotros. Este es uno de esos mensajes que llegan a nosotros en momentos en que nos encontramos necesitados de orientación y apoyo, y creemos que podemos hacer extensivo su contenido a muchas otras personas que actualmente están pasando por momentos de incertidumbre ante los rápidos cambios que se están manifestando en el planeta.
Se puede apreciar en el texto que el mensaje comienza como una comunicación en singular dirigida en particular al canal y luego a la pareja, cambiando así del singular al plural en su expresión.
Hay al cierre unos números romanos y la mención del color blanco, que no hemos podido interpretar.
Ahora, mientras me tomo unos mates los dejo con el mensaje canalizado, en la esperanza de que haya quien lo necesita.
13.07.04.
Soy Maquiaventa Melchizedek. Ya te dije no hace mucho tiempo que estás aquí porque tu planeta y su gente están en tiempos de crisis. Sé que te sientes rara y en dos mundos diferentes, pero eso es así y se acrecentará. Estás desorganizada, pues no sabes el camino a seguir. Así debe ser. Si fueras de la oscuridad sabrías qué hacer. Como eres luz, el caos es lo que domina porque estás siendo atacada. Esa sensación de desorientación es la que nos habla de que el camino es el correcto. Sigue tu intuición, abre tu corazón para dar amor y no temas, que en los momentos precisos estaremos a vuestro lado para sacarlos del peligro. Mucho han hecho, pero aún hay más.
Te sientes rara cuando tu marido habla con absoluta seguridad del cambio que han de tener. Sí, el cambio está, como leían hoy, en el sendero que aún no pueden ver y el dinero está en ese camino. Mas cuesta mucho sacudir las sandalias y saltar, porque aún no es el tiempo. Las señales serán tan claras que les llamarán la atención. Ustedes no saldrán a buscarlas, ellas vendrán a Ustedes. Serán necesarios más meses de trabajo arduo y no decaer ni deprimirse. Como ven, tratamos de que nuestros mensajes lleguen a Ustedes para darles fuerza, pero una Melchizedek nació para tiempos de crisis desde que fue concebida. Ahora estás agotada y tu compañero también. No cedan, el cambio viene y la Luz Crística los embargará en una sublime capa de Paz y Amor.
5 4 1 8 8 – X C D I
Color Blanco.
Fuerza y amor
Maquiaventa Melchizedek

sábado, 13 de octubre de 2007

JÓVENES ÍNDIGOS (COLABORACIÓN)

La Dra. Nora Mancini es especialista en Psicología Clínica y cuenta con una dilatada experiencia en la atención de pacientes así como en la docencia universitaria tanto en su país, Argentina, como en el exterior. Luego de transitar por todas las técnicas tradicionales, desde el psicoanálisis hasta el PNL, hoy se enfrenta a los nuevos desafíos que resultan de la encarnación de los niños índigo, los niños cristal y otros seres de la nueva evolución.


¡La quinta dimensión ya está aquí! No, no es un cuento de ciencia ficción ni un delirio metafísico de alguien obsesionado con el tema. Se trata, simplemente, de mis experiencias de consultorio.

Tengo en estos momentos en tratamiento cuatro jóvenes que podríamos denominar “índigos”, de alto coeficiente intelectual, seguros de sí mismos, uno más rebelde que otro, pero todos con fuertes características de liderazgo que serán, sin duda alguna, los que repoblarán la “nueva Tierra”.

Les estoy relatando esta situación porque nunca me había pasado el encontrarme con pacientes que siendo tan jóvenes, tienen una actitud contratransferencial activa. Esto es: Hay un diálogo sin palabras pero real, como una suerte de telepatía muy profunda que hace que yo sienta mi mente totalmente conectada con la suya y ellos, a su vez, con la mía. Generalmente esto sucede después de hacer un ejercicio de regresión terapéutica, donde logran dejar de lado los mecanismos típicos de la tercera dimensión.

Cuando se producen estos momentos mágicos, una corriente de amor y luz nos une profundamente. Luego, cuando cierro el ejercicio y retornamos a la tercera dimensión, queda en el ambiente del consultorio una extraordinaria vibración de paz y armonía.

Luego de muchas experiencias similares no puedo dejar de pensar que estos jóvenes índigos traen ya incorporadas las doce cuerdas de ADN que –se nos anuncia- tendrá en el futuro toda la población de este planeta y que para ellos la evolución de la humanidad no es un futuro a alcanzar sino un ahora que ya experimentan.

Este es el relato de mis experiencias más recientes como terapeuta, pero las conclusiones que podemos extraer de ellas son fácilmente extrapolables a miles de jóvenes que actualmente conviven con nosotros y a los que es nuestro deber apoyar, ya que son los que muy pronto van a poner en marcha la nueva civilización. Nosotros, los adultos conscientes del cambio que se está produciendo en nuestro planeta, somos los que estamos en las mejores condiciones de hacerlo.

Nora Mancini

miércoles, 10 de octubre de 2007

UNA HISTORIA (colaboración)

Rolando formaba parte de una familia perfecta. Su mujer era una gran persona, buena madre, muy trabajadora, compañera ideal para todo, nunca cuestionaba ninguna de las decisiones, mas bien las conversaba, sugería, proponía, todo de manera que siempre era natural y nunca había que discutir ni dejar las cosas de lado por falta de acuerdo. Había sido su primera novia, y él había sido el primer hombre de su vida, y el único. Trabajaba medio día diseñando jardines para las grandes mansiones de la ribera marítima, y de los bosques de pinos de la zona este de la ciudad, las mejores. Era una ocupación que conservaba desde antes de casarse, hace ya once años. Era tan creativa que aún después del matrimonio no habían querido perderla y la empresa había concedido todos los períodos que necesitó para su luna de miel, para tener los chicos y criarlos durante los primeros meses de vida, y ahora, que no quería descuidar su hogar, sólo se ocupaba del trabajo ese ratito que los chicos estaban en la escuela. Era suficiente para mantener la clientela tan bien ganada, y para atender a aquellos clientes especiales que el señor Severt, dueño de la empresa, le recomendaba especialmente. No era una empleada común, bastaba que pidiera algo para que Severt se lo concediera sin pedir explicaciones.
Los hijos eran un calco de los padres, no sólo físicamente, sino que además se parecían en el carácter, Un poco de él, y un poco de Silvia. Ni siquiera se puede decir que sacaron lo bueno de cada uno, porque parecía que malo no había nada.
La vida de Rolando era como a él le había gustado. Tenía su trabajo que le permitía vivir en forma adecuada a sus pretensiones de confort. Sus superiores lo tenían en un alto concepto por el cumplimiento, el rendimiento y la facilidad con que solucionaba todas las cuestiones que se presentaran, por raras y difíciles que fueran. Jamás había tenido problemas, mas bien eran todas soluciones. Sus compañeros de trabajo sentían por él un gran respeto, lo le temían ni lo odiaban, sabían perfectamente que era capaz de cubrirlos en cualquier problema que se presentara, siempre u cuando no lo tomaran de punto. Era mas bien paternalista, y como tal, las cosas había que hacerlas bien, aunque si salían mal, siempre agregaba ese toque necesario para corregir todo sin que se notara. Le había costado mucho tiempo y mucho trabajo ese equilibrio, pero valía la pena.
Se sentía orgulloso de todo esto. Su relación con Silvia era perfecta, cada uno mantenía la individualidad de sus actividades, a tal punto que sólo había estado con Severt el día de su casamiento, agradeciéndole no sólo su presencia, sino también el regalo, que le habría costado sus buenos pesos. Por su parte ella era igual, Aunque compartían algunos amigos que lo eran por igual de ambos, la mayoría de los compañeros de deportes y trabajo de Rolando eran seres totalmente anónimos para Silvia, y rara vez hablaban de ellos.
Tenía un grupo de amigos de “fierro”, siempre listos para festejar, para salir, para acompañar los más alocados proyectos, y, lo que era más importante, dispuestos a ayudar en lo que fuese necesario aún en contra de los propios intereses. Si, esos eran amigos.
Además, Rolando iba al club, practicaba cuanto deporte se le ponía adelante. Claro, en ninguno se destacaba demasiado, pero siempre era requerido por su adaptación a cualquier equipo y a cualquier grupo que lo formara. Todos se llevaban a las mil maravillas con él, que siempre estaba de buen humor. Era difícil escucharle un no o alguna palabra fuera de lugar. Tenía una pequeña manía, aunque usaba todas las instalaciones del club, y de los demás vestuarios que frecuentaba, tomaba todos los recaudos necesarios para evitar hasta la menos posibilidad de contagio de cualquier tipo de enfermedad. Por supuesto que tenía tal cuidado para hacerlo que nadie lo notaba. Era sumamente sutil para todo.
Esa era una cuestión que lo acompañaba desde su nacimiento, tal vez antes. Alguna razón habría existido para que esto fuera así, seguramente, pero no hay forma de poder descubrirlo. Sabemos si, que desde pequeño había sido muy cuidadoso. Al pasar el tiempo, el conocimiento sobre los temas sanitarios había aumentado, además fue conociendo los nuevos peligros y para todos ellos encontraba solución. Su pequeño secreto era ese: jamás permitiría que la perfección de su vida se arruinara con enfermedades o contagios. Claro, como cualquiera tuvo que hacer frente a las enfermedades de niño, las famosas eruptivas, pero éstas no eran más que un beneficio porque era perfectamente conciente que le iban creando anticuerpos que en definitiva lo protegerían más adelante.
No era ese el único problema que cuidaba atentamente, también estaba el otro, había que hacer una vida sana para que el organismo pudiera afrontar las tensiones de la vida moderna. Con el deporte no tenía problema, ya lo vimos, pero había tomado algunas decisiones a lo largo de su vida que reforzarían su armadura. No fumaba porque había visto el deterioro que el cigarrillo producía sobre los organismos, incluso de pequeño había visto las dolencias de su padre que lo llevaron a la muerte. Además a ésta altura de la divulgación científica a nadie se le escapaba este conocimiento. Era muy observador de todo tipo de cuidados. ¿El colesterol tapaba las arterias? pues allí estaba Rolando controlando el consumo de grasas malas para evitarlo. ¿El exceso de hidratos de carbono no convenía? también llevaba un balance imaginario del consumo de ese tipo de alimentos. Otro tanto pasaba con los azúcares, con el alcohol y con todos los demás excesos posibles.
Cada vez que se controlaba los límites con los análisis que el Dr. Timesi reordenaba, obtenía valores ideales. No recordaba en sus casi cuarenta y dos años una sola oportunidad en la cual le hubiera tenido que llamar la atención por algún problema clínico. Estaba muy satisfecho por eso. Estaba todo a la perfección, ni una nube en el horizonte.
Bueno, algunas veces había tenido que tomar decisiones que le significaron reprimirse un poco, pero lo tomaba como si dejara de comerse la última milanesa o como si no descorchara otra botella de ese cabernet que tanto le gustaba. Como aquella oportunidad en la que la rubia infartante que atendía el bar de enfrente de la oficina le hacía caritas. En principio se hizo el desentendido, pero lo de ella llegó casi a un acoso, y no era cuestión de pasar por tonto. Sin embargo a último momento pensó muchas cosas, en su familia, en que Silvia no merecía una infidelidad, pero lo que lo decidió definitivamente fue pensar que por más que tomara todos los recaudos habidos y por haber, siempre existía la posibilidad de contagiarse alguna enfermedad. Sobe todo le preocupaba el tema del HIV. Claro, él ya tenía una vida hecha, y, mientras tomara decisiones como ésta, estaría a salvo. Por eso no siguió adelante con algo que ya estaba prácticamente cerrado. A la rubia no le gustó mucho que él le haya rehuido, se mostró molesta por un tiempo cada vez que lo atendía, pero se le terminó pasando. No había sido su primer fracaso con un cliente . . .y había tantos. Ésta no fue la única vez que dejo pasar una oportunidad de ese tipo, pero cada vez estaba más alerta a esas cosas y ya lo hacía naturalmente. A él no lo contagiarían así nomás.
El tema también pasaba por los chicos. A medida que crecieran, los peligros de éste tipo se harían más y más probables. Aunque él les estaba dando la mejor educación que podía, existían una serie de cuidados que sólo lo podía tomar uno consigo mismo. Nadie puede hacerlo por los demás, salvo informarlos y alertarlos, pero las acciones privadas eran eso. Y Rolando era muy respetuoso de la privacidad de cada uno. Lo demostraba en su casa, con su mujer, y lo mismo pasaría con los hijos, a medida que crecieran cada día requerirían mayor privacidad, y sus actos no los compartirían con él. Eso era un hecho. Seguramente hablarían sus problemas con sus amigos. Para eso son amigos.
Como los que él mismo tenía, incondicionales y sinceros. Así era Víctor. Un día se sentó a tomar un café con él y empezó a contarle. Hacía tiempo que tenía un romance con una mujer, claro, él era soltero. Mas bien solterón si tenemos en cuenta la edad, rico, pintón y muy entrador con las minas, jamás se le resistían. Era la clase de galán que actúa naturalmente, sin esfuerzos. A tal punto que a las mujeres siempre les parecía natural tener un romance con Víctor.
Mirá Rolando, había dicho, hace un tiempo que mantengo éste romance, suficiente para darme cuenta que, aunque muy reservada, es una buena mujer. No conozco mucho de su vida, la conocí cuando vino a dirigir el diseño que ella misma había hecho para el jardín de minueva casa sobre la playa . . . ¿qué te pasa, Rolando? . . ., escuchame, te lo estoy contando porque sos mi amigo y no sé que hacer. Me acabo de enterar que tengo SIDA.
Marcelo

martes, 9 de octubre de 2007

Íntimo

Oyó silbar la pava, fue hasta la cocina, apagó el fuego y preparó el mate. El día estaba gris y desde el Oeste llegaba un viento frío que anunciaba lluvia.
Realmente no le afectaba mucho el cambio de clima, ya que era domingo y no tenía pensado salir de su casa; un buen libro, un poco de música y el calor íntimo de la cocina le bastaban para sentirse bien, en paz y hasta feliz después de una semana pesada de trabajo. Hoy no iba a permitir que nada interrumpiera el fecundo diálogo que estaba teniendo consigo mismo, con su yo más profundo. No iba a permitirse perder el estado de armonía que estaba sintiendo y que le llevaba con suavidad y placer hacia la luz que brillaba en su interior, en su corazón, donde sentía la presencia de la vida, la presencia de Dios.

Hacía ya tiempo que había decidido dejar ir las tristezas de Zitarrosa y enfocar su alma hacia sentimientos más luminosos que le ayudaran a crear un nuevo mundo interior, un mundo con esperanza, donde el amor no fuera ese sentimiento torturado de dar sin esperar nada y donde la melancolía se enrosca en el alma haciendo del llanto silencioso la expresión de un ideal de sacrificio en función de.. ¿de qué? Realmente Fernando no sabía responder a esa pregunta que se formulaba a sí mismo. Había estado toda su vida llorando por dentro sin saber por qué. Intentó pensar en el karma, en el dolor que arrastraba de alguna otra encarnación, pero no logró encontrar una respuesta. Realmente no sabía porqué había pasado su vida envuelto en la penumbra de la tristeza. Decidió dar vuelta el dial de su emisora interna y se puso a cantar una canción de Serrat: “Hoy puede ser un gran día...”

Sentado a la mesa de la cocina, cebándose unos mates mientras fumaba un cigarrillo, comenzó a sentir un confortable calor que venía desde adentro, desde su corazón reconfortado por haberse encontrado, por fin, a sí mismo y por haberse aceptado tal como es: humano, limitado, imperfecto, sediento de amor, a veces oscuro... Y también divino, grandioso, perfecto, radiante de amor y de luz.
Fernando se reconoció y se amó a sí mismo por ser humano y por ser, al mismo tiempo, una imprescindible parte de Dios.
Alejandro

sábado, 29 de septiembre de 2007

TIEMPO DE CAMBIOS

Son increíbles los cambios que se están produciendo en mí y en mis compañeros. Cada día descubrimos nuevas habilidades, y aquellas que alguna vez tuvimos y creíamos ya perdidas, vuelven a florecer con más vigor y eficacia que antes. La serpiente sagrada trepa por mi columna vertebral y va activando a su paso mis centros de poder y lo mismo le sucede a los otros guerreros.

El agónico mundo que nos rodea es un caos de violencia y terror, mientras nosotros permanecemos en paz, construyendo el mundo que viene. El poder del amor es inmenso cuando logramos unirnos, estalla como un sol y se expande en una espiral de luz hasta abrazar todo el planeta.
Es hermoso ver como se activa la rejilla cristalina que envuelve a nuestro mundo y se abren portales por donde la energía del Sol central penetra en la Tierra disipando la oscuridad en la que hemos vivido miles de años.

Ha llegado el momento. ¡Por fin ha llegado el momento de entrar en acción!
El aura de luz que nos rodea -y que somos nosotros mismos- es un formidable escudo que no puede ser penetrado por la oscuridad. Nuestras armas son el amor y la luz y así, sin violencia, sin entrar en el juego que desesperadamente quieren hacernos jugar, vamos logrando nuestros objetivos usando el recurso más poderoso:

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro! que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.
Alejandro
(por supuesto, la oración es de San Francisco)

sábado, 15 de septiembre de 2007

HOMENAJE AL PLANETA

MI CUERPO EL PLANETA

De un Sistema Solar vengo
En tiempos que no han contado
Diez son los esquemas,
seis son mis hermanos.

Con Neptuno, Jupiter y Urano,
Venus, Saturno Y Vulcano,
Somos todos servidores,
Somos autoconvocados.

De este Logos Planetario
Venus es la mas adelantada
Por eso que son sus hijos
Los Señores de La Llama.

Llevo el nombre del esquema,
Por Mercurio y Marte rodeado
Ý en este planeta Tierra
Mi SER se ha manifestado.

Parí a todas las criaturas
Por siglos dí de comer,
No recibí más que heridas
Por vuestro afán de poder.

Hasta una bomba activaron
Por razón del dominar
Convocaron una fuerza
Sin saberla controlar.

Desde aquel día nefasto
Hay en mi: Intoxicacion
Mi cuerpo se quedo exhausto
Ýa no hay vida, hay estertor.

Atucha, Chernobyl y otras muchas,
Despidiendo bocanadas,
ÁTENCION … que no hay plomada
Que detenga su evasión.

Han roto mil veces mi entraña,
Por minas, petroleo, desforestacion
Dan dolencia planetaria.
ESTAN CIEGOS asi no hay evolución.


No revuelvan mas mi vientre,
Ya no me hagan más doler,
SIN MI no tienen cabida,
No tienen razón de ser .
ORIANNA´

lunes, 10 de septiembre de 2007

LA GRANJA EXPERIMENTAL (CUENTO)

El taxi se elevó para evitar el gran edificio de Láser-Comunicación. Thork y Sthark miraron hacia abajo. Comprobaron que se habían desviado un poco de la ruta. Thork indicó en alta voz la dirección exacta que deseaba tomar.
El auto-antigravedad recogió la orden. En el centro de la ciudad el cerebro electrónico encargado del control cibernético recibió el deseo de los clientes. Al instante corrigió la anomalía y trasmitió la rectificación al taxi que, acelerando su carrera, partió hacia su exacto destino. Thork y sthark admiraron la precisión. Reconocían que la línea de transporte era perfecta.
El taxi descendió suavemente hasta menos de treinta centímetros del suelo. Automáticamente se abrieron las portezuelas y los dos pasajeros salieron.
"Se puede retirar. Vuelva dentro de una hora, si puede hacernos este favor" -dijo Thork al auto. "Como guste, señor" -respondió el vehículo a través de un altavoz disimulado. Y casi instantáneamente saltó hacia lo alto perdiéndose entre las nubes.

"Y bien, amigo Sthark, hemos llegado. He aquí la explotación. Los animales son pacíficos. Difíciles de criar. Pero pero puedo asegurarle que el esfuerzo compensa. Ahora es el momento. Luego, cuando la competencia aumente, los precios bajarán.
El alimento que segregan es abundante y suculento. Se lo arrebatarán de las manos".
Sthark se quedó admirado ante la extrema limpieza de las instalaciones. En la llanura, cinco gigantescas esferas de metal pulido brillaban como lunas.

"Y bien, señor Sthark..." "Mire: en la esfera del lado derecho se encuentran las hembras dispuestas para el apareamiento. La comida llega hasta ellas automáticamente. Es necesario mezclarle vitaminas, hormonas sexuales y tranquilizantes. Es importante para mantenerlas en forma. Todos estos animales son muy propensos a la claustrofobia. Hay que tener un extremo cuidado, sino se mueren o se matan. Por lo tanto las drogas son vitales.
Estamos seguros de que después de dos generaciones se habrán adaptado perfectamente a la cautividad... En esta esfera, a la izquierda, están los machos, con los que ocurre lo mismo ...
Machos y hembras ponen en las mismas celdas que ocupan. El delicado manjar que producen desciende por un conducto hasta la pequeña esfera central. Allá abajo, las centrifugadoras separan el elemento sólido del líquido... ¡Inspire con fuerza...! El olor que llega hasta aquí es muy agradable.
Al fondo los acoplamos cada siete meses haciendo combinaciones para que los nacimientos no se interrumpan. Son muy prolíferos. Las crías son colocadas en incubadoras desde su nacimiento, en aquella bola verde".

Thork y Shtark se aproximaron a la mirilla. Shtark miró. No pudo evitar un gesto de temor y de aprensión.
"Tienen un aspecto muy desagradable. ¡Son monstruosos...! ¡Sobre que horrible y lejano planeta han podido nacer estas cosas...!
Thork rió divertido: "¡Vamos! Le voy a hacer probar el líquido y la pasta".
Los dos penetraron en una de las pequeñas esferas donde se embotellaba automáticamente el producto.
Thork pidió lo que deseaba a una pequeña máquina rodante apropiada para hacer de sirviente.
Dos vasos con extracto líquido y sólido. Shtark probó con cierta desconfianza. Pero se sintió obligado a reconocer que tenía muy buen gusto. Y repitió varias veces el suculento bocado. Enseñando sus bellos dientes preguntó:
"Dígame, por curiosidad, ¿han conseguido ustedes averiguar cómo se llaman estas bestias?"
Thork movió duditativamente sus patas de arácnido:
"No lo sabemos con exactitud. Escrutando en su espíritu nos ha parecido comprender que se llaman HOMBRES..."
Francisco Lezcano Lezcano






martes, 4 de septiembre de 2007

Para Norah

Hay, si pudiera estando contigo,
viviendo con calma,
compartir mi tiempo, mi fuerza y mi alma.
Tener la constancia
y hacer los rituales que exige el camino
que los dos elegimos.

Pero parece ser que el hermoso sendero
que andar yo quisiera
está perturbado por el abandono
que torpemente hacemos
de la disciplina que aplicar debemos
para crecer por dentro,
para ser mejores
para volar sin alas, como luces potentes,
a otra dimensión
sintiéndonos Uno
vibrando de amor
Alejandro

martes, 28 de agosto de 2007

EL TITULO


· Nota del autor: Las instituciones y personajes a que se hace alusión en este breve relato son totalmente imaginarios y cualquier semejanza con la realidad no sería más que una coincidencia no intencionada.
A.D.B.

EL TÍTULO

I

Estaba sentado debajo de un mango en la agobiante tarde de verano. Cebaba su tereré con “remedio yuyo” y compartía una charla intrascendente con dos amigos mientras estiraba sus delgadas piernas en la tierra seca; sus pies desnudos se cubrieron con el rojo polvo de la tierra paraguaya.
Ernesto era un muchacho delgado y apuesto, de unos veinte años; blanco, con algo de indígena en su sangre y una mirada inocente en sus ojos apenas rasgados.
La noche anterior se había pasado con la cerveza y eso, en su cuerpo mal nutrido, le había dejado su pesadez dominguera (un letargo apenas mayor que el habitual) y un ligero dolor de cabeza.
Ernesto tenía tiempo, todo el tiempo del mundo para hacer nada. Cuando se despabilara un poco, se iría caminando por la ruta hasta la parada de los taxis, para seguir tomando tereré, esta vez con los taxistas, y charlar de fútbol. También enterarse a quién habían llevado borracho a su casa a la madrugada; a quién le habían robado ayer su vaquita y a quién le estaban metiendo los cuernos esta vez, o qué chica del pueblo se había ido a la Argentina para no volver. Sólo cosas de su pueblo rural; nada por demás interesante, pero que a Ernesto le ocupaban su tiempo vacío e impedían que, en una de esas, se pusiera a pensar. Total, no había nada en qué pensar ni nada que hacer.

Ernesto era un muchacho hábil. Sabía reparar una alambrada y podar un árbol; sabía cómo instalar un baño (incluso un baño “moderno”) o levantar una pared. Sabía todas las cosas que había que saber y que había mamado desde chico, ayudando a un amigo o trabajando en alguna changa. Pero ahora no tenía trabajo y, si no había unos Guaraníes[1] para tomarse una cervecita... ¿para qué iba a trabajar? Había unos vecinos que estaban necesitando una ayuda, pero no tenían plata y sin plata no hay trabajo.
Como a las cuatro de la tarde, y después de haber compartido una escasa comida con su familia (cuatro hermanos, dos hermanas, su madre –a su padre no lo conocía-y dos tías), Ernesto volvió a sentarse debajo del mango, esta vez saboreando una cerveza y escuchando la cachaca[2] que transmitían por la radio. Se había bañado y vestido con pantalones limpios y planchados y una camisa, y se había puesto un par de zapatos lustrados que hasta parecían nuevos. Como diría su mamá, estaba presentable.
Pasaban las horas y Ernesto seguía allí, en su sopor dominguero, sin tener adónde ir y sin tener nada que hacer, salvo saludar a algún vecino o discutir con su hermana mayor, que le insistía en que debía ponerse a estudiar. ¿Estudiar para qué? Si al profesor le bastaba con que respondiera cinco preguntas por escrito (que se iba a copiar de un compañero, a la vista del profesor) y le iba a aprobar su examen.
A Ernesto no le importaba estudiar, no le importaba pensar y mucho menos destacarse. A Ernesto le importaba que le dieran su título de Licenciado y largarse a la ciudad a buscar trabajo y dejar en el olvido ese pueblo cada vez más desolado, donde la miseria no estaba sólo en la mesa y en los bolsillos, sino en el alma de cada uno de sus habitantes.
La ciudad es otra cosa –pensaba Ernesto- En la ciudad hay muchas chicas lindas, hay trabajo... y hay dinero. Cuando sea Licenciado voy a trabajar en una oficina con computadora y voy a tener secretaria. Me voy a comprar un equipo de audio y, cuando vuelva al pueblo a visitar a mamá, voy a venir en mi coche nuevo...


II

Ernesto siguió vegetando en su pueblo cuatro años más. Concurría a su facultad todos los sábados y se sentaba en las distintas clases a pensar en lo que haría en la ciudad cuando se recibiera, y a veces, en la chica del pueblo que estaría esperándolo cuando llegaran las cinco de la tarde y terminara de aburrirse en la universidad.
Se copiaba los trabajos prácticos de unos compañeros que los habían copiado de otro compañero y, como no hablaba bien el castellano, los profesores pasaban por alto las barbaridades que decía y lo aprobaban. Era una forma fácil de pasar las materias y recibirse. Mientras estuviera al día con sus cuotas y demás gastos de estudio, él sabía que cuando terminara de cursar todas las materias del programa de su carrera, le sacarían más plata y le entregarían el soñado título que cambiaría su vida. Sólo era cuestión de seguir concurriendo y pagar puntualmente.
La U. P. A. M. –Universidad Tecnológica y Artística Mercantil- y su sistema de enseñanza eran extremadamente flexibles en cuanto hace a las exigencias que pesaban sobre sus alumnos. En los papeles, era una universidad seria y progresista que llevaba la educación superior a cada rincón del Paraguay para que los jóvenes tuvieran acceso a ella sin moverse de sus pueblos, pero en la realidad del día a día, se trataba de un negocio muy bien montado en el que lo único que importaba era el dinero que ingresaba a sus arcas. Lo que menos le interesaba a esa universidad era el alumno y su formación académica.
Para Ernesto era una forma fácil de pasar las materias y recibirse. Sí, era fácil, pero convertía su vida de estudiante en una comedia triste, sin desafíos, sin entusiasmo, sin siquiera un amago de crecer por dentro... Sólo esperaba que terminaran las clases de los sábados para ir a su casa a ver televisión o para ir a ver a su chica (que no era tan linda como las de la ciudad) o, si no había otra cosa, matar su tiempo con los taxistas que tenían su parada en la ruta.

La U. P. A. M (que funcionaba con un sistema semi-presencial) tenía eso que, al mismo tiempo, era una enorme facilidad y una tremenda desgracia: Te aseguraba un título que obtendrías sin estudiar, pero te robaba la experiencia, hermosa, de la vida de estudiante. Pero eso Ernesto no lo sabía. Sólo lo puede saber aquel que vivió la experiencia. Una experiencia que sí te cambia por dentro. Una experiencia que jamás se olvida y que constituye uno de los períodos más ricos y felices en la vida de todos los que hemos podido tenerla.
Ernesto quería recibirse, ir a vivir a Asunción y tener una secretaria, así que siguió concurriendo a la universidad y, puntualmente y sin escollos, terminó de cursar las materias de su carrera. Tenía detrás de sí el sacrificio de su madre y sus demás familiares, que le pagaron la carrera (y vaya si era cara...) y se sentía obligado a cumplir con ellos. Debía triunfar o, por lo menos, conseguir un buen trabajo (un buen trabajo era un trabajo bien pagado. Ernesto no conocía otro tipo a ambiciones)
Ahora tenía que comprar una tesis. Así: comprarla lista para entregar, ya impresa en computadora y todo, de manera que averiguó cuánto le podría costar que alguien se la hiciera y también qué pariente le podría prestar la plata para pagarla
Un tío de Villa Rica vendió una vaca y le dio el dinero y Ernesto, feliz, fue a ver a la profesora que le habían recomendado. Cuando la profesora aceptó el trabajo, Ernesto comenzó a ver que la cosa no era tan simple como “te-pago-me-la-das-la presento-y-listo”. Había que elegir primeramente el tema que se iba a desarrollar, buscar un tutor de tesis en la misma universidad, y aceptar y cumplir con las correcciones y sugerencias que éste hiciera. La cosa no iba a ser tan fácil y rápida como él creía y, además, tenía que leer la tesis para saber de qué se trataba... por si se les ocurría preguntar. Y había que presentarla en español.[3]
Así y todo, después de varios meses de ir y venir, a Ernesto le aprobaron la tesis y, al tiempo, le dieron un certificado de estudios debidamente legalizado, firmado y sellado por el Rector de la universidad. Había pagado todo lo que tenía que pagar para obtener su título y había aguantado todo lo que tenía que aguantar. ¡Ya era Licenciado! Ahora sólo faltaba que la universidad hiciera la colación de grado y le entregara el título.
Unos cinco meses después, concurrió a la colación de grado, con su toga negra y su tocado. Lo llamaron al palco de honor por su nombre y, solemnemente, le entregaron el título. Fue un momento muy especial en su vida y albergó emociones muy contradictorias: Se sintió triunfante; sintió que, realmente, estaba cambiando su vida y que iba a poder realizar sus sueños. Pero también sintió vergüenza; sintió que no merecía ese cambio; que había comprado con dinero lo que hubiese debido ganar con esfuerzo y ganas. Pero lo más terrible es que se dio cuenta de que no sabía nada y que iba a competir con miles de muchachos que sí habían estudiado; sintió que a partir de ese momento, todo iba a ser muy difícil (y las cosas difíciles no le gustaban)


III

Tardó un tiempo en trasladarse a la ciudad. No es que le costara desprenderse de su pueblo, de su familia o de su chica... Ernesto tenía miedo.
Había conseguido el dinero necesario para comenzar y un pariente le daría alojamiento en su casa hasta que consiguiera trabajo. Pero -y ese era realmente el problema- sentía que no estaba realmente capacitado para lanzarse sólo a la vida. Sentía que el título en el que había puesto todas sus esperanzas era sólo un papel que no tenía nada que ver con lo él era y que, cuando se ofreciera en las empresas, la persona que lo entrevistaría se daría cuenta de inmediato. De todas formas –se dijo- mi mamá se rompió el alma para esto. Y un día, muy ansioso, partió para Asunción.

En la casa de su pariente -el tío Gustavo- le habían preparado un pequeño cuarto con una cama, un ropero, una mesita de luz, y una mesa con su silla y una lámpara. Tenía ventilador de techo y era bastante agradable y fresca, aunque quedaba lejos del centro.
El dinero que había llevado no era mucho y se dio cuenta de que, aunque tenía la comida asegurada y un lugar donde dormir, había cosas que no le podía pedir a su tío Gustavo, por lo que tenía que gastar lo menos posible.
Tomaba dos colectivos para ir hasta el centro y caminaba toda la mañana de empresa en empresa, presentando su currículum de tres hojas (la carátula, sus datos personales y una fotocopia autenticada de su título), todo prolijamente colocado en una carpeta plástica de color azul y tapa transparente que se iba ajando a medida que pasaban los días y la llevaba de un lugar a otro.
En las compañías era bien tratado, aunque siempre tenía que esperar más de una hora para que lo atendiera alguien de Selección de Personal. Cuando al fin pasaba a la oficina de selección, lo primero que le solicitaban, luego de estrecharle la mano y hacerlo sentar, era su currículum, mientras le hacían algunas preguntas normales para la ocasión.
Ernesto había aprendido a mentir bastante bien (una vez lo tuvieron en la oficina casi media hora), pero cuando la persona encargada de atenderlo abría su currículum y veía su título y la universidad en la que había cursado su carrera, invariablemente volvía a cerrar la carpeta, esbozaba una sonrisa de circunstancia, le devolvía el currículum y le decía: “Fue un placer, Licenciado. Si se presenta algo lo vamos a llamar”. Y allí se terminaba la entrevista. Nunca lo llamaron.

Asunción era una ciudad muy linda, con mucha gente y mucho ruido. Allí había que caminar rápido y siempre se estaba haciendo algo. Las chicas eran realmente hermosas a sus ojos de campesino, pero estaban fuera de su alcance... parecían diosas lejanas y altivas que nunca le daban siquiera una mirada.
Ernesto comenzó a pasar cada vez más tiempo en casa de su tío Gustavo y cada vez terminaba más temprano su rutina de buscar trabajo.
A medida que pasaba el tiempo –ya habían pasado tres meses- sus esperanzas se iban diluyendo en un sentimiento de fracaso y en un creciente desinterés por todo lo que le rodeaba. Pasaba las horas en la casa de su tío (en el patio, debajo del mango) tomando tereré y los viernes y sábados, cerveza.
Cuando empezó a beber cerveza también los días de semana, su tío comenzó a mostrase inquieto y trababa de conversar con él, de aconsejarle, de darle ánimos. Pero Ernesto estaba muy desilusionado y no escuchaba. También la Señora de Gustavo comenzó a quejarse, a reclamarle que se pasaba todas las tardes sin hacer nada y que ni siquiera le ofrecía ayuda para las labores domésticas. Que era hora de que trajera algo de dinero a la casa o por lo menos, que pagara lo que consumía.
Ernesto se sentía muy mal, sin dinero y sin trabajo. Ya ni siquiera en casa de su tío podía encontrarse bien, por lo que dejó a un lado su título de Licenciado y consiguió una changa de albañil en una obra y así ocupó su tiempo, ganó algo de dinero y tenía compañeros con quiénes hablar sin sentirse juzgado y sin experimentar la vergüenza del fracaso que sentía cuando estaba con quienes tanto le habían ayudado.
Trabajó en la obra hasta que ésta se terminó. Contaba entonces con unos Guaraníes, pero ya no quería seguir perdiendo el tiempo con su título de Licenciado. Estaba totalmente desolado.
En algún momento se le pasó por la cabeza viajar a la Argentina para buscar trabajo dentro de su carrera, pero, muy dentro de él, sabía que era inútil. Sabía que si había fracasado en Paraguay no podría triunfar fuera de su país sin experiencia laboral previa, sin antecedentes académicos reales y, sobre todo, sin conocimientos.


IV

Una mañana de diciembre, exactamente dos años después de haberse ido, Ernesto regresó a su pueblo.
Abrazó a su madre, a sus hermanas y a sus hermanos. Comió una chipa que compró en el ómnibus y tomó un cocido que su mamá le puso en la mesa, y comenzó el relato de sus aventuras en Asunción.
Cuando le dijo a su mamá que le dolía mucho haber fallado, que se sentía muy mal... que por favor le perdonara, la hermana mayor le increpó: “Pero no, Ernesto, si acá no sos el único estúpido... ¿acaso no nos rompimos el alma para pagarte la carrera? ¡Acá somos todos estúpidos!
Mientras su hermana mayor y su mamá se peleaban, Ernesto fue a su dormitorio y se puso a llorar. La hermana salió disparada detrás de él, pero su madre la retuvo. Se oyó un sopapo y luego los rápidos pasos de su hermana que se alejaba murmurando.
Ernesto se quedó en su habitación y lloró, lloró mucho... hasta que sus ojos se secaron y comenzó a sentir hambre. Entonces se levantó de la cama, comió algo, y fue a buscar trabajo de lo que sea y por lo que le paguen. Ya no pensaba irse de su pueblo.


Alejandro Barreda
[1] Moneda de curso legal en Paraguay
[2] Música popular “tropical” cantada
[3] Paraguay es un país bilingüe guarani-español. En el interior la lengua materna es el guarani.

martes, 14 de agosto de 2007

Poema (para Norah)

No se que astros pasaban
sobre mi mapa ese día
pero me desperté de noche
y pensando en vos,
te escribía

Quiso el Hado separarnos
y en ello puso su ciencia.
Planeó con detalle el cuadro,
previó toda resistencia.
Puso en acción sus recursos
pensando que en el dolor
estarían Norah y alejandro
pariendo un alma mejor

Es posible, Señor nuestro,
dispensador del destino,
que a traves del sufrimiento
se logren los objetivos.
Pero piensa que tal vez,
piensalo sólo un momento,
haya alguna manera
de evitarnos el tormento

Si abandonas por un rato
tus métodos tan precisos
y en éxtasis nos guiaras
a conquistar la pureza,
si permaneciendo juntos,
felices y motivados
pudieran nuestras dos almas
abrir sus alas enormes,
podríamos estar cambiando
el destino de los hombres.
Alejandro

jueves, 9 de agosto de 2007

Para vos, que me estas leyendo...

Este es tu espacio. Aqui podes escribir lo que salga de tu alma... o de tu mente, contribuir con tus comentarios o, simplemente, leer lo que escribimos los demas.

Lo que si te puedo asegurar es que nadie va a juzgar la calidad literaria de tus escritos. Nadie te va a premiar si sos bueno y nadie te va a castigar si no lo sos. El unico objetivo de este espacio es darte la oportunidad de que puedas compartir con todos lo sale de vos.

Bienvenido... y ojala sea para quedarte.


Alejandro