domingo, 12 de octubre de 2008

ESCAPE A LA HEREDAD DE SHU (primera parte)

Fue una orden directa. Estábamos meditando conectados con la Jerarquía en alguna dimensión más allá de la 5D (no sé con cuál, pero era elevada) cuando comenzó a saturar el ambiente un sentimiento de tensión expectante que el perfume del incienso y las poderosas energías a las que estábamos conectados no llegaban a disipar.

Chandra habló: -Aquí está un ser que se quiere comunicar con Ankh. Dice que no puede hacerlo porque ella no se lo permite, no se abre. Es un joven rubio que dice llamarse Dangma y refiere que fue su hijo en su última encarnación. Manifiesta que es muy importante.

Ankh palideció. Su hijo había desencarnado en condiciones dramáticas: había sido secuestrado y asesinado por secuaces de la oscuridad hacía ya diez años, y aunque otras veces había recibido mensajes de Dangma, nunca dejaban de impactarle emocionalmente con una mezcla de dolor y alegría, de profunda seguridad en su alma y dudas en su mente. Un sentimiento muy difícil de definir y de entender para quien no haya pasado la experiencia de perder un hijo en tal crueles e infames circunstancias. Cuando ello ocurría, Ankh se preguntaba a sí misma si se había vuelto loca... si su dolor fabulaba alucinaciones para consolarse a sí misma, o si era real el hecho de estar oyendo en su propia mente las palabras de su hijo diciéndole: –¡Deja ya de llorar, madre! Yo estoy bien. Y no quisieras saber lo que se trabaja aquí. ¡Qué me van a venir con eso del arpa y las nubes, aquí se está siempre ocupado!

Y esa mezcla de certeza profunda y dudas acerca de su estado de salud mental hacía que se sintiese completamente enajenada. Sin embargo, comprobar en sí misma que la muerte no existe y que su hijo estaba siempre cuando ella lo necesitaba, era no sólo un consuelo sino una profunda alegría y una contribución al despertar de su consciencia.

Chandra dijo: -Viene acompañado de un ser con aspecto de anciano que apoya un brazo en sus hombros, como protegiéndolo o guiándolo. Dice que es el "abuelo Melchizedek” y que te quedes tranquila, que ahora Dangma se encuentra a su cuidado. Dangma pide que te transmita lo siguiente: “Que tienen que irse de este lugar; que no es seguro y pronto ocurrirán sucesos que pueden poner en peligro vuestra misión y vuestra vida. Que él les va a ayudar”

Ankh, visiblemente perturbada por la presencia del que fue su hijo y se convirtió luego en su guía y protector, y por el tenor del mensaje recibido, preguntó: -¿Y donde vamos a irnos si no tenemos medios para hacerlo? ¿Cuándo debemos irnos? ¿Qué es lo que va a pasar?

Dangma le responde a través de Chandra: - Deben irse ahora, antes de que transcurran tres días. Shu les va a ceder un espacio seguro, lejos del peligro que se acerca. Lo que va a pasar no es algo que les pueda comunicar, sólo que tienen que irse.

Shu, impávido, asintió con la cabeza.

Shu no es una persona muy demostrativa y hay que hacer verdaderos esfuerzos para saber qué es lo que está sintiendo y pensando en cada momento. Sin embargo, esta vez esperábamos alguna reacción que mostrara su interior... su naturaleza emocional. Pero fue una esperanza vana, Shu actuaba como si lo que estaba pasando ocurriera todos los días; es más, actuaba como si ya supiera lo que iba a pasar y estuviera esperando, simplemente, que ocurriera.

Terminada la reunión, y luego de proteger nuestros cuerpos sutiles y cerrar las puertas astrales, Ankh, presa de una profunda emoción mezcla de agradecimiento, alarma y desorientación, pregunta a Shu acerca de qué es lo que él podía ofrecernos como refugio: -Shu, ¿qué tienes en mente?, ¿cuál es ese lugar donde debemos ir?, ¿es tuyo?

Buscando atajar tanta emoción, Shu se apresura en responder: -Tengo una heredad a cuatrocientos Km. de aquí. Está bastante descuidada, pero tiene dos cabañas en las que podrán estar hasta que pase el peligro y puedan volver.

Intercedo en la conversación, luchando por hacerme escuchar por sobre las voces del resto del grupo, que estaba tan impactado como Ankh (después de todo éramos Ankh y yo los que nos encontrábamos en situación de dejar todo e irnos Dios sabe donde) -¿Y de qué vamos a vivir?, ¿qué tipo de trabajo podemos tener en medio de tus labradíos?.

Shu, inconmovible, responde: -Pueden trabajar la tierra. También pueden enseñar a los labriegos acerca del camino de la Luz

-Nosotros no somos campesinos. Sabemos labrar una huerta familiar, pero de allí a vivir de lo que produce la tierra... Y me parece hermoso transmitir a nuestros vecinos lo que nos fue enseñado, pero con eso no vamos a subsistir-, respondo ansioso, expectante y naturalmente confuso, dada la índole de la situación que se presentaba y mi ignorancia completa de las labores del campo. Lo que se estaba presentando en nuestros destinos era un cambio completo de vida para el que no estábamos preparados o, al menos, creíamos no estarlo.

Todo el grupo escuchaba con atención esta breve discusión y algunos de los compañeros aportaban sus opiniones. Hubo algunas ideas tan increíblemente superficiales que uno no sabía si reír o llorar. ¡Como si se estuviera hablando de elegir el color con que se iba a pintar la sala de meditación! De todas formas, la mayoría del grupo trató sinceramente de ayudar y hubo sugerencias valiosas que fueron tomadas muy en cuenta.

Alejandro