lunes, 15 de septiembre de 2008

Ankh

Vino de algún planeta de alguna constelación lejana; no sabemos cuál, pero sí sabemos que está más allá de esta avenida de luz que es la Vía Láctea, lo hemos recibido por canalización de sus protectores y guías, y también que es miembro de la Orden de Mechizedek y que está encarnada aquí en cumplimiento de una misión. Lo que no tenemos claro es cuál es, específicamente, esa misión que la trajo hasta aquí (no nos lo han dicho, nunca te dicen cuál es tu misión; en vez de ello, te van conduciendo imperceptiblemente pero con firmeza, a su cumplimiento), aunque es seguro que tiene que ver con los cambios que se están operando en nuestro planeta y con un compromiso asumido hace mucho tiempo, antes de que el mundo se creara. Observando su trayectoria se puede conjeturar que está relacionada con la instrucción y la conducción de almas ahora, en estos momentos de perentoria necesidad.

Ankh es extraña, de constitución fuerte y una gran energía psíquica, con un fuerte amor por todos y una creatividad asombrosa que le lleva a emprender monumentales proyectos, pero al mismo tiempo con una gran necesidad de afecto y protección que le tornan débil en muchas ocasiones. Ella nunca pudo adaptarse a esta civilización egoísta y competitiva. No tiene armas para defenderse de los ataques a su vida emocional y eso le vuelve vulnerable, especialmente en sus relaciones con personas queridas, que habituadas a esa forma de vida especulativa, no se dan cuenta de que Ankh es distinta. Sólo su gran voluntad y su decisión de cumplir con la misión que le fue encomendada y que ella misma solicitó, hacen que aún siga en pie y trabajando, aunque con su organismo muy deteriorado.

Nació en una familia tradicional, con un padre exigente y una madre que nunca la amó, y vivió una infancia de soledad y rebeldía que moldeó su forma de ser futura.
Como no le dejaban hacer nada que le gustara, se dedicó a leer los manuscritos y todos los libros de la biblioteca de su padre y a realizar profundas investigaciones desde muy niña, lo que también forma parte de su manera de ser en el presente, que pasa entre papeles y libros elaborando escritos que nacen de su ciencia para el lucimiento de otros que pagan por sus servicios. Ha pasado toda su vida estudiando, primero las ciencias de los hombres, y luego las ciencias del Espíritu, hecho que, en definitiva, es la causa de los problemas en que ahora se encuentra y también lo es del alto grado de desarrollo espiritual que ha alcanzado.

Ankh es alta, de cabello oscuro y rizado y tez de un blanco mate. Hermosa, de una belleza distinta, totalmente apartada de los estereotipos que imponen las corruptas cortes de los reyes del mundo. Usa ropas amplias y vaporosas que destilan elegancia y destacan su estatura.
Su presencia se nota en cualquier reunión, y donde se encuentre emana una aureola de autoridad natural que todos perciben y acatan de inmediato. Es el centro y brilla y su luz se infiltra en las mentes de las personas provocando erupciones volcánicas en el interior de éstas, y Ankh sabe que sólo puede esperar dos reacciones: adhesión plena y amor, o repulsión y odio. De esta manera, Ankh está rodeada de amigos y de enemigos, ambos incondicionales e intensos a la hora de demostrar sus cualidades.

En estos tiempos de increíbles cambios planetarios se está librando una gran batalla en la que Ankh debe cumplir con su tarea, y sabemos que ésta no le es grata a las fuerzas involutivas que buscan perpetuarse en el control de nuestro mundo. Por esta razón estamos juntos en una alianza espiritual que ha nacido hace muchas encarnaciones. Desde entonces estamos siendo preparados para este momento, para cumplir cada cual con su misión, y la mía es protegerla.

Es fácil amar a Ankh incondicionalmente, con toda el alma. Es fácil arriesgar todo, hasta la vida por ella. Es fácil admirarla y dejarse seducir por su brillante intelecto y su gran corazón. Lo que no es fácil es vivir con ella; nos ha costado tiempo y esfuerzo llegar a la armonía de que disfrutamos ahora. Somos dos guerreros (cada cual a su manera) y ambos tenemos un fuerte carácter y gran fuerza espiritual, lo que en un principio creó bastantes inconvenientes en nuestra relación matrimonial, aunque no así en lo que hace al cumplimiento de nuestros deberes espirituales y al cumplimiento de nuestra misión.

Es imposible que un sentimiento de disgusto de cualquiera de nosotros pueda pasar desapercibido por el otro por más que se lo intente, pues una poderosa fuerza mental satura el ambiente de tal manera que el aire puede cortarse con un cuchillo (y mellarlo).

Ankh estudió para ser maestra y desde el principio dedicó sus esfuerzos a prepararse para dar cultura, amor e información a multitud de seres que serían atraídos a ella por el dinamismo de su fuerza espiritual. Lo que no sabía Ankh en ese entonces, es qué tipo de maestra habría de ser con el transcurrir del tiempo y de su desarrollo espiritual. Cuando se dio cuenta que la educación de niños cumpliendo los programas de las cortes del rey no era lo que ella quería, comenzó a prepararse para otra cosa, y aunque aún se encontraba confusa en sus metas, estudió las ciencias del comportamiento humano buscando ayudar a una multitud de personas que sufrían horriblemente en su derredor.

Era una época en que aún las gentes conservaban un difuso recuerdo de ser, un sentimiento de trascendencia que no podían justificar en su vida monótona, que transcurría sin sentido aparente y en todo conforme a lo que los reyes de las naciones necesitaban que ocurriera. Eso les producía angustia en su interior y esa angustia no podía ser calmada con pócimas y medicamentos, y crecía... crecía hasta que la gente estallaba. Cuando la gente estallaba la metían presa o la mataban. Las familias se rompían con la separación de los esposos y los hijos quedaban a la deriva, pasando los fines de semana con el padre y el resto del tiempo con la madre. Como la madre trabajaba, terminaban viviendo con la abuela o algún otro pariente, adquiriendo malos hábitos a fuerza de ser mal criados algunos, o por falta de amor los otros.

Sin embargo, aunque se sufría tanto o más que hoy día, las personas podían entrever que había algo dentro suyo más importante que el aspecto físico o el éxito social y económico. Las gentes aún tenían recuerdo de su alma, aunque muy desdibujado, y luchaban por recuperar esa alma que recordaban; era como vivir en un estado de perpetua nostalgia. Otros, los más jóvenes, ponían esa búsqueda al servicio de la utopía, buscando cambiar el mundo, acelerar el pasaje de la oscuridad a la Luz, pero en su inexperiencia y en su ansiedad por ver cumplido su sueño, usaron las armas del enemigo... y el enemigo era más fuerte y tenía más experiencia en ese tipo de guerra. Hoy no queda ninguno de ellos; los que no fueron muertos se corrompieron y se pasaron a las filas de la oscuridad.

Fue en esos tiempos crepusculares cuando Ankh estudió psicología y montó su consultorio. Ella no se daba cuenta todavía del porqué de su éxito y creyó que se debía a su excepcional capacidad intelectual y a su esmerada preparación. Y en parte fue así, pero sólo en parte, porque más adelante Ankh se daría cuenta de que había mucho más.

Se hallaba en la cumbre de su éxito profesional cuando la oscuridad le propinó el más duro golpe de su vida: el asesinato de su hijo mayor, Dangma. A partir de allí su vida ha corrido por otros senderos; senderos escarpados, llenos de dolor y de lágrimas, pero también de profundas realizaciones espirituales: Ankh descubre su alma. No con ese conocimiento entrevisto en ocasiones por la mayoría de las personas, sino con la clara vivencia de quién, de repente, se encuentra en un mundo sin sentido, en una noche perennemente oscura, y busca desesperadamente una razón para vivir e intenta encontrar dónde está ese Dios de amor del que le hablaban desde que era niña.
Buscando una explicación para sanarse a sí misma, o para recuperar su cordura, comenzó a transitar otros caminos. Buscó por aquí y por allá sin encontrar nada que sacie su sed de paz. Habló con los espíritus en sesiones tristes, carentes de significado profundo, caminó los pasillos de las iglesias, probó todo lo que sabía que había a su alrededor, pero no encontró nada que le diera una respuesta. Siempre se encontraba con la pared del dogma que le decía que “... los designios de Dios son inescrutables”. Que “... hay que dar gracias a Dios por el dolor” y otras frases hechas que no pueden dar consuelo ni paz a nadie y menos a quién sabe que hay algo más, aunque no le sea posible conocerlo en ese momento.

Mientras todo esto transcurría, se iba la fortuna de Ankh a manos de malvados emisarios de la oscuridad que, aprovechando el estado de confusión por el que estaba atravesando, le despojaron de todas sus propiedades y terminaron atentando contra su vida, lo que fue motivo de su exilio obligado a otras tierras. Pero Ankh no les guarda rencor; sabe que sólo son piezas en el intrincado ajedrez de su vida, y sabe también que cada dolor sufrido nos abre una nueva puerta a la comprensión.
Fue en estas circunstancias que se interesó por la astrología y comenzó su estudio bajo mi tutela, que en esos momentos había organizado un grupo de estudio de esa ciencia. Una de mis alumnas de astrología era paciente de Ankh en su consultorio de psicología y, a través de ella, se realizaron los contactos para hacer un grupo de estudio en la residencia de Ankh. Así comenzamos una difícil relación que más tarde maduraría hasta concluir en matrimonio.

Junto a mí Ankh comenzó, al tiempo que estudiaba astrología, la práctica de la meditación y el contacto con sus protectores espirituales, seres de gran poder y evolución, que le fueron, por fin, brindando lo que tanto había buscado por muchos caminos: le dieron una razón para vivir, le mostraron a Dios (al verdadero) y le comunicaron la paz y el equilibrio que tanto necesitaba para dar comienzo consciente a su misión, a lo que le trajo a este mundo. Allí dio comienzo el camino a la Maestría.

Esta es Ankh. Este ser surgido del más profundo dolor, magnífico y delicado, fuerte y amoroso, de inteligencia brillante y de una inocencia extrema. Éste es el ser que me ha tocado amar y cuidar de su seguridad en este preciso y peligroso momento del cambio evolutivo de esta humanidad.

Alejandro