martes, 29 de julio de 2008

¿LO PODES CONTINUAR?

Reprimió las ganas de llorar y se dispuso a comenzar un nuevo día. No tenía ganas de levantarse, pero ya se encontraba despierto y sin sueño. Quedarse en la cama sería peor: se pondría a pensar y a dejarse llevar su imaginación, y eso no le convenía. Afuera, el cielo gris daba la bienvenida al sol del invierno y el Este comenzaba a teñirse de dorado y naranja, anunciando el inicio de un día más.
Se lavó la cara y se cepilló los dientes; se puso un poco de colonia y se peinó. Nadie iba a acariciar su cara y se había afeitado ayer, de manera que dejó pasar su incipiente barba para otro momento. Salió del baño y puso agua a calentar para cebarse unos mates, mientras por su cabeza comenzaban a pasar pensamientos inquietantes acerca de su fracaso en la vida y de las pocas ganas que tenía de continuar con ésta.
No era la primera vez que le pasaba sino que, más bien, era una experiencia espantosamente reiterativa, como si su vida tuviera un malsano movimiento pendular que pasara de un estado simplemente mediocre (el punto más alto del movimiento) a otro de profunda depresión material y espiritual, como el presente.
De toda su vida podía recordar apenas dos o tres ocasiones en las que se había sentido realmente vivo y feliz. Era como si una sombra gris envolviera su pasado y su presente, haciendo que se deslizara sobre su propia historia sin poder darse verdadera cuenta de que era realmente él quien la estaba viviendo y no otro ser, a quien Alfredo podía ver como se puede ver pasar la gente cuando uno mira a través de una ventana.
Alejandro

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