No esperábamos un ataque, se nos vino de repente y no estábamos bien preparados. A pesar de estar alertas a las señales que delatan la intromisión del mal, esta vez no lo vimos venir.
La oscuridad logró infiltrarse en nuestras mentes creando desarmonía entre Ankh y yo, logrando que se corte nuestra conexión con
- Sirio, me siento mal. Tengo náuseas y me duele la cabeza como si fuera a estallar. No sé, de repente tengo ganas de llorar... ¡Y ese olor!, parece que lo tuviera en la nariz, en la garganta...
- Es asqueroso – le respondo, sintiendo un calor como de fuego que me sube por la nuca. Estoy comenzando a sentirme mal también yo, pero no físicamente: es una ira sorda que trato de disimular sin poder lograrlo. Veo todo rojo. Procuro serenarme y limpiar mi mente para poder luchar contra eso que se nos vino encima, procuro reaccionar, pero siento que es tarde, que la suciedad se me coló hasta los huesos.
Ankh comienza a dar vueltas por el camarote, visiblemente alterada y con un nerviosismo contagioso. Toca todo, levanta los libros que están sobre el escritorio y los vuelve a dejar, revisa los cajones de los muebles buscando alguna pócima que la saque de ese estado, sin encontrar nada... La tensión se palpa en el ambiente y mi agresividad aumenta momento a momento hasta hacerme olvidar que nosotros no somos así, que hay algo externo que está actuando sobre nosotros que, si no logramos transmutarlo, terminará ocasionando un desastre. O tal vez sí tenía conciencia de ello, pero esa fuerza oscura había ya tomado dominio sobre mí hasta tal punto que parecía no importarme nada. La tensión atenaza mis músculos, me duelen los hombros y la espalda y mis ojos, irritados, se niegan a seguir abiertos.
–¡Ankh, por favor, no sigas con eso!– le pido en un tono que quiere ser amable mientras el fastidio y la falta de voluntad real de calmar los ánimos bulle en mi interior.
-¿Qué no siga con qué?- Me contesta Ankh con un fingido aire a la vez indiferente y desafiante, despreciativo, que suena como un insulto...
Tanto Ankh como yo sabíamos que si nos permitíamos estallar con la violencia que sentíamos, que la oscuridad nos hacía sentir, las consecuencias podrían ser irreparables: yo me sumergiría en una profunda depresión hostil y ella optaría por largarse y abandonar todo lo que habíamos construido juntos, cediendo a un impulso ciego que luego lamentaría, cuando ya fuese tarde para volver atrás.
Afortunadamente la protección invisible que siempre está con nosotros, aún cuando no la invoquemos, hace que hasta en los peores momentos haya un rayo de luz en la más densa oscuridad; un rayo de luz que nos pide que tomemos conciencia de qué es lo que en realidad está pasando, que utilicemos nuestras armas para cortar los lazos con los que la oscuridad nos ha envuelto y volvamos al camino, magullados y cansados, pero más unidos que antes.
Al fin logro serenarme con un tremendo esfuerzo de voluntad. Voy a popa y me siento en silencio. Enderezo mi columna, cierro los ojos e invoco la protección del Sr. Miguel y de mi Maestro. Laboriosamente voy aquietando mi mente y cuando logro un mínimo de calma, comienzo a elevarme, acelerando mi tónica vibratoria y dejando atrás todo aquello que no me pertenece, que me fue impuesto desde afuera. Sé que si no logro trasmutar esas energías oscuras, cuando vuelva, cuando acabe la meditación, la infección continuará, por lo que realizo el ritual del perdón y corto los lazos oscuros que me unen a esas fuerzas negras y los que pudieran implicar algún resentimiento contra Ankh, ya que, aunque sabía que ella no era culpable de lo que se nos vino encima, era necesario cortar cualquier lazo oscuro y transmutarlo en luz, ya que en la apariencia era ella la que me atacaba, y la personalidad, la parte humana de uno, muchas veces no sabe distinguir entre apariencia y realidad. De manera que efectué el ritual perdonando tanto a las fuerzas del mal que nos atacaban como a Ankh, que no era más que una víctima de ellas, como yo.
Este trabajo con los rayos es una actividad que realizamos todos los días al levantarnos y al acostarnos por la noche, pero pocas veces he experimentado los síntomas de la actividad de mis centros de energía como en esta ocasión. Las lágrimas mojaban mi ropa hasta empapar la camisa y sonoros bostezos y eructos hacían evidente la carga que llevaba encima. Al sentir que la claridad del Espíritu volvía a ocupar su sitial en mí, comencé a trabajar sobre Ankh.
Alejandro
2 comentarios:
como publico mis poemas y escritos aqui?
Hola, Felix. Sólo enviame tu material a aldaba2@hotmail.com y con todo gusto te lo publico. Gracias por leerme.
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