domingo, 26 de octubre de 2008

OSCURIDAD

Formas negras maliciosas golpean el casco de la nave. Flota en el aire un olor acre y al mismo tiempo dulzón, malsano; sentimos como si estuviéramos metidos en un sótano sucio y sin ventilación donde se estuvieran descomponiendo restos de mugrientos trapos húmedos en algún rincón, con sus olores mezclados con el tufo de un animal muerto. Necesitamos aire, la respiración se nos hace dificultosa y el asco nos eriza todos los pelos del cuerpo, pero todo está abierto y afuera el día está hermoso y el mar brilla como nunca bajo los rayos del sol. No es falta de aire ni es encierro lo que está ocurriendo; sentimos que inmundos efluvios nos envuelven tratando de meterse dentro de nosotros.

No esperábamos un ataque, se nos vino de repente y no estábamos bien preparados. A pesar de estar alertas a las señales que delatan la intromisión del mal, esta vez no lo vimos venir.

La oscuridad logró infiltrarse en nuestras mentes creando desarmonía entre Ankh y yo, logrando que se corte nuestra conexión con la Jerarquía, y nos dejó aislados y a su merced. Éste es su plan de acción favorito, el más efectivo, y siniestro, pues si logra que quedemos aislados, se nos hace muy difícil vencerla, y si no lo logramos, eso significaría o el fracaso de nuestra misión o una demora fatal de tristes consecuencias. También significaría un tremendo dolor para nosotros en todos los niveles, desde el humano, donde nuestra vida juntos, tan largamente cultivada y cuidada, se haría pedazos, hasta nuestra evolución espiritual, que resentiría un estancamiento muy peligroso.

- Sirio, me siento mal. Tengo náuseas y me duele la cabeza como si fuera a estallar. No sé, de repente tengo ganas de llorar... ¡Y ese olor!, parece que lo tuviera en la nariz, en la garganta...
- Es asqueroso – le respondo, sintiendo un calor como de fuego que me sube por la nuca. Estoy comenzando a sentirme mal también yo, pero no físicamente: es una ira sorda que trato de disimular sin poder lograrlo. Veo todo rojo. Procuro serenarme y limpiar mi mente para poder luchar contra eso que se nos vino encima, procuro reaccionar, pero siento que es tarde, que la suciedad se me coló hasta los huesos.

Ankh comienza a dar vueltas por el camarote, visiblemente alterada y con un nerviosismo contagioso. Toca todo, levanta los libros que están sobre el escritorio y los vuelve a dejar, revisa los cajones de los muebles buscando alguna pócima que la saque de ese estado, sin encontrar nada... La tensión se palpa en el ambiente y mi agresividad aumenta momento a momento hasta hacerme olvidar que nosotros no somos así, que hay algo externo que está actuando sobre nosotros que, si no logramos transmutarlo, terminará ocasionando un desastre. O tal vez sí tenía conciencia de ello, pero esa fuerza oscura había ya tomado dominio sobre mí hasta tal punto que parecía no importarme nada. La tensión atenaza mis músculos, me duelen los hombros y la espalda y mis ojos, irritados, se niegan a seguir abiertos.

–¡Ankh, por favor, no sigas con eso!– le pido en un tono que quiere ser amable mientras el fastidio y la falta de voluntad real de calmar los ánimos bulle en mi interior.
-¿Qué no siga con qué?- Me contesta Ankh con un fingido aire a la vez indiferente y desafiante, despreciativo, que suena como un insulto...

Tanto Ankh como yo sabíamos que si nos permitíamos estallar con la violencia que sentíamos, que la oscuridad nos hacía sentir, las consecuencias podrían ser irreparables: yo me sumergiría en una profunda depresión hostil y ella optaría por largarse y abandonar todo lo que habíamos construido juntos, cediendo a un impulso ciego que luego lamentaría, cuando ya fuese tarde para volver atrás.

Afortunadamente la protección invisible que siempre está con nosotros, aún cuando no la invoquemos, hace que hasta en los peores momentos haya un rayo de luz en la más densa oscuridad; un rayo de luz que nos pide que tomemos conciencia de qué es lo que en realidad está pasando, que utilicemos nuestras armas para cortar los lazos con los que la oscuridad nos ha envuelto y volvamos al camino, magullados y cansados, pero más unidos que antes.

Al fin logro serenarme con un tremendo esfuerzo de voluntad. Voy a popa y me siento en silencio. Enderezo mi columna, cierro los ojos e invoco la protección del Sr. Miguel y de mi Maestro. Laboriosamente voy aquietando mi mente y cuando logro un mínimo de calma, comienzo a elevarme, acelerando mi tónica vibratoria y dejando atrás todo aquello que no me pertenece, que me fue impuesto desde afuera. Sé que si no logro trasmutar esas energías oscuras, cuando vuelva, cuando acabe la meditación, la infección continuará, por lo que realizo el ritual del perdón y corto los lazos oscuros que me unen a esas fuerzas negras y los que pudieran implicar algún resentimiento contra Ankh, ya que, aunque sabía que ella no era culpable de lo que se nos vino encima, era necesario cortar cualquier lazo oscuro y transmutarlo en luz, ya que en la apariencia era ella la que me atacaba, y la personalidad, la parte humana de uno, muchas veces no sabe distinguir entre apariencia y realidad. De manera que efectué el ritual perdonando tanto a las fuerzas del mal que nos atacaban como a Ankh, que no era más que una víctima de ellas, como yo. Cortados los lazos y trasmutados en Luz y Divino amor, invoqué la llama violeta para purificar mis cuerpos físico y sutiles.

Este trabajo con los rayos es una actividad que realizamos todos los días al levantarnos y al acostarnos por la noche, pero pocas veces he experimentado los síntomas de la actividad de mis centros de energía como en esta ocasión. Las lágrimas mojaban mi ropa hasta empapar la camisa y sonoros bostezos y eructos hacían evidente la carga que llevaba encima. Al sentir que la claridad del Espíritu volvía a ocupar su sitial en mí, comencé a trabajar sobre Ankh.

Hay ocasiones en que es mejor trabajar a distancia, pues todo intento de hacerlo en presencia de la persona afectada sólo crea resistencia y agresividad que impiden el éxito del ritual. Por esa razón no me moví de donde estaba y aprovechando la poderosa conexión que había logrado con la ayuda de las potencias de la Luz, invoqué a los protectores de Ankh; con su auxilio visualicé su persona y la envolví en la llama violeta junto con todo lo que le rodeaba: el camarote, los muebles, los útiles del escritorio, en fin, todo. Me costó bastante hasta que pude percibir la llama violeta fuerte y brillante operando en ella y su entorno, y mantuve su acción hasta que percibí que se calmaba, que su mente y su corazón se serenaban y la paz volvía a su ser, hasta que su aura volvía a resplandecer grande y fuerte, poderosa. Como siempre, después del rayo violeta invoqué el rayo blanco y el celeste turquesa para completar el ritual de purificación y armonización de los cuerpos sutiles. Para concluir cerré un manto electrónico blanco de protección sobre ella, pidiendo a sus protectores el auxilio necesario.

Cuando volví al camarote ya la Luz brillaba y un ambiente de paz y de amor había reemplazado a las oscuras miasmas que una hora antes nos habían invadido enajenándonos de nuestra realidad espiritual.

Es hermoso cuando se gana una batalla. Aún cuando sabemos que la guerra continúa, la conciencia del poder del Amor y de la Luz y el saber que somos parte de ese poder nos hacen sentir integrados y firmes, nos hacen sentir que llegaremos a puerto y que lo haremos más sabios y más fuertes que cuando partimos.

Alejandro

2 comentarios:

Unknown dijo...

como publico mis poemas y escritos aqui?

Unknown dijo...

Hola, Felix. Sólo enviame tu material a aldaba2@hotmail.com y con todo gusto te lo publico. Gracias por leerme.